27 Abril de 2020
México.- La avenida principal de la Central de Abasto (Ceda) parece un pueblo fantasma, donde sólo se observa la carga vial de los miles de vehículos que entran y salen, aunque a diferencia de otros domingos, poca gente camina, por lo que podría pensarse que los comerciantes y visitantes acataron las normas sanitarias.
Sin embargo, por dentro, en sus intrincados pasillos, es igual a todos los días: la mayoría de los marchantes, sin cubrebocas y mucho menos guantes, recorren solos o con la familia los puestos de fruta, carnes o pescados. Y en los puestos de tacos o comida, a Susana Distancia ni la conocen. Aunque eso sí, los locatarios muestran sus cubrebocas cubriéndoles la garganta.
Pancho, uno de los muchos «diableros» de la Ceda, al ser cuestionado por no traer cubrebocas, responde: «Me molesta. A ver, échate a cargar todas estas cajas con fruta y verdura con eso y verás si no es estorboso».
Oriundo de Huajuapan de León, Oaxaca, acepta que del Covid-19 sabe poco, «pero a nosotros ese bicho ni nos pela, igual que el gobierno», dice con abierta sonrisa, mientras limpia el sudor de su rostro con un trapo, para luego reanudar su marcha.
Mientras, en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, el director General de la Ceda, Ulises García Nieto, anunciaba «drásticas medidas sanitarias», porque, ya han detectado 25 casos de contagio, por el que fallecieron dos locatarios, aunque a sus compañeros, diableros y marchantes parece que eso los tiene sin cuidado.
Entre empujones y gritos, los locatarios ignoran las 200 carpas de triage para detectar a enfermos de coronavirus, que en ese momento anunciaba el funcionario ante la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum.
Cualquier turista o persona que visitara en estos momentos por primera vez las instalaciones de la Ceda, aseguraría que la actividad fue suspendida o que los puestos fueron clausurados por las autoridades, pero no se imaginarían que en el interior todo sigue igual.