14 Julio de 2021
México.- Cinco años tras el último intento golpista en Turquía, muchos en el país están convencidos de que las horas de movilización armada han servido sobre todo para fortalecer la represión y el autoritarismo del actual presidente, el islamista conservador Recep Tayyip Erdogan.
En el quinto aniversario de la violenta noche del 15 al 16 de julio de 2016, cuando una facción de las Fuerzas Armadas turcas salió de los cuarteles con la intención de derrocar a Erdogan y al Gobierno de su Partido Justicia y Desarrollo (AKP), la sociedad turca recordará mañana a las víctimas del traumático episodio.
HORAS DE VIOLENCIA
Con tanques y aviones, los golpistas cerraron carreteras, dispararon contra civiles -principalmente en Ankara y Estambul- y bombardearon edificios, incluido el Parlamento, donde el jueves habrá una ceremonia de conmemoración.
Los sublevados se encontraron con el rechazo rotundo de todo el espectro político y buena parte de la ciudadanía, que también salió a las calles para frenarlos y frustrar la intentona.
Los golpistas se rindieron en la madrugada del 16 de julio. En los enfrentamientos murieron 251 personas y otras 2.194 resultaron heridas.
LA RED DE GÜLENISTAS
Inmediatamente, la presidencia responsabilizó de la intentona al clérigo islamista Fethullah Gülen, exiliado desde 1999 en Estados Unidos, quien sin embargo condenó la asonada y rechazó las acusaciones.
Gülen fue un fiel aliado del AKP, en el gobierno desde 2002, hasta que él y Erdogan se enfrentaron en una lucha por el poder a partir de 2013.
Durante décadas, la cofradía «gülenista» fue colocando a sus adeptos en altos cargos de la administración pública, la Policía, la Judicatura y el Ejército.
Tras el golpe de 2016, Ankara la catalogó como «organización terrorista» y lanzó una amplia purga en su contra, que aún continúa.
También muchos opositores, como Ilhan Cihaner, un antiguo fiscal detenido en 2010 por colegas gülenistas mientras investigaba la red del predicador y que se afilió al Partido Popular Republicano (CHP) tras salir de la cárcel, culpan a Gülen de haber instigado la rebelión militar.
«Los gülenistas fueron sin duda el principal actor de la intentona golpista. Dirigieron el país junto al AKP, que les allanó el camino para conquistar el poder judicial, el capital y el ejército», explica Cihaner a Efe.
OLEADAS DE REPRESIÓN
No obstante, dentro y fuera de Turquía se critica a Ankara por la dura represión con la que ha reaccionado.
Bajo el estado de excepción impuesto durante dos años, Erdogan gobernó por decreto, mermó los derechos de los detenidos, entre ellos muchos periodistas, y ha hecho todo lo posible para acallar a la prensa independiente y a las voces críticas.
Las oleadas de purgas han dejado hasta ahora más de 125.000 funcionarios públicos y 6.000 académicos sin trabajo, 204 medios de comunicación cerrados y unos 234.400 pasaportes cancelados.
Según un balance presentado el martes por el ministro de Defensa, Hulusi Akar, 23.364 militares han sido expulsados del Ejército.
Pero no solo miembros de las fuerzas de seguridad, como soldados y policías, han sido detenidos o despedidos, sino también profesores, maestros, médicos, jueces, fiscales y gobernadores.
En total, cerca de 300,000 personas han sido arrestadas en decenas de miles de operaciones policiales durante los últimos cinco años, al tiempo que se abrieron 289 causas judiciales.
En 288 de ellas se dictaron penas de cadena perpetua para unas 3,000 personas, y otras 4,189 cumplen otras condenas de prisión.
UN RÉGIMEN AUTOCRÁTICO
El AKP, para el que los gülenistas siguen siendo la principal amenaza, ha propuesto una ley para prolongar por tres años más el régimen excepcional vigente que facilita el despido de funcionarios y vence el próximo 31 de julio.
Tras ser aprobada anoche en una comisión de esa cámara, se espera que la extensión sea adoptada en breve por el Parlamento.
La oposición, muchos críticos dentro y fuera del país, incluidas ONG de defensa de los derechos humanos, acusan a Erdogan de usar el fallido golpe para fortalecer su poder, cada vez más autocrático.
Consideran que el resultado de los acontecimientos es, de hecho, un régimen tan represivo como el que se podía temer de un gobierno golpista.
«Teniendo en cuenta lo sucedido y viendo que el AKP intenta ahora prolongar algunas de las medidas antigolpistas, podemos decir que está ocurriendo todo lo que pasaría si el golpe hubiese tenido éxito», dice Cihaner.
«Lo único diferente es el lado en el que están las víctimas», añade.
Con su «islamismo político», Turquía «se está alejando de una estructura política democrática», comenta a Efe Rasit Kaya, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Técnica de Oriente Medio en Ankara.
No obstante, con la lira turca más depreciada que nunca y crecientes dificultades económicas, acentuadas por la pandemia, el AKP y el presidente viven un notable desgaste, que da paso a una «preocupante» polarización de la vida política, añade el experto.