3 Mayo de 2021
México.- El septuagenario empresario musulmán Showkat Hussain nunca se había perdido las oraciones nocturnas en la mezquita durante el mes de Ramadán hasta que llegó la pandemia, con la India convertida ahora en el epicentro de una crisis por coronavirus en la que se reportan desde hace diez días más de 300,000 contagios por jornada.
«Empecé a ir a las oraciones (nocturnas) de tarawih con mi padre cuando tenía 10 u 11 años y desde entonces no había faltado ni un solo día», dijo a Efe Hussain en la Cachemira india.
En la India, un país de mayoría hindú, viven alrededor del 10 % de los 1,800 millones de musulmanes de todo el mundo, sobre todo en la región de Cachemira, la única región de este país con mayoría de población musulmana.
Al igual que el año pasado con el inicio de la pandemia, muchas mezquitas cerraron para evitar las aglomeraciones, pero este Ramadán ha coincidido en abril con el peor repunte de casos en la India, por lo que esta celebración fraternal, en la que se rompe el ayuno diario en comunidad, se ha limitado ahora al interior del hogar.
Tampoco parece que vayan a ir a mejor los últimos días antes de que concluya el Ramadán a mediados de mayo, ya que la India registró en la última jornada más de 360,000 contagios y 3,400 muertos, a lo que se añade una grave crisis de escasez de oxígeno y medicamentos en los hospitales.
Ahora solo se permite al muecín entrar en la mezquita, desde donde llama a la oración con altavoces, además de al imán con un puñado de fieles. El resto deben orar desde casa.
«Pero no es lo mismo. Tampoco fue así el año pasado», asegura Hussain, que vende equipos médicos en Srinagar, la principal ciudad de la Cachemira india, y que subraya que lo que más echa de menos «en estos tiempos difíciles» son las oraciones comunitarias.
Pero orar en la intimidad del hogar en plena pandemia es «inevitable», explica a Efe el conocido erudito islámico cachemir Nazir Ahmed, que aclara que sin embargo «en circunstancias normales, los musulmanes no podrían rezar en casa» en Ramadán.
«El concepto de ayuno, además de dejar de comer de manera voluntaria, enfatiza la construcción de la comunidad. El iftar (cuando se rompe el ayuno por la tarde) es una ocasión para reunirse, para alimentar a aquellos que quizá no puedan valerse por sí mismos», explica Ahmed.
«Pero el aislamiento por la covid-19, los confinamientos y las restricciones han hecho todo eso imposible», remarca.
Con los casos disparados en el país, todo apunta a que las celebraciones comunitarias del Eid por el fin de Ramadán también se suspenderán este año, algo que afecta a los fieles y también a los comerciantes, como Mohammed Farooq Mir, que tiene una tienda de ropa cerca de Jamia Masjid, la mayor mezquita de Cachemira.
«Había adquirido suministros con la previsión de que las ventas se recuperarían antes del Eid, pero ahora parece poco probable», lamenta a Efe Mir, de 50 años y padre de tres hijos.
El comerciante ha acudido incluso a las redes sociales para tratar de animar algo las ventas, pero la experiencia «no ha sido alentadora hasta ahora», con una población duramente golpeada por una pandemia que no parece que saldrá pronto de sus vidas.