24 Junio de 2021
México.- Manila cumple este jueves 450 años convertida en la urbe más densa del planeta, con su huella hispana desteñida y sin apenas rastro de la época dorada en que se convirtió en la primera ciudad global gracias al comercio del galeón que la unía con la mexicana Acapulco.
El almirante Miguel López de Legazpi, que llegó al archipiélago en 1565, fundó formalmente Manila el 24 de junio de 1571, aunque ya existía en el lugar un próspero asentamiento llamado Maynila, de donde proviene el nombre de la ciudad.
«Carmen Guerrero Napkil, antigua presidenta de la Comisión Histórica de Manila, solía decir que el día de Manila debería llamarse en realidad el día de ‘Kastila’ (apelativo de los españoles en Filipinas) porque lo que se conmemora cada 24 de junio es la fundación de la Manila española. Maynila ya existía y estaba gobernada por tres rajás», dice a Efe por correo electrónico el historiador Ambeth Ocampo.
La «Siempre Leal y Distinguida Ciudad de España en el Oriente» se convirtió, gracias a su posición estratégica, en la sede del gobierno de la nueva colonia y adquirió una importancia global con el funcionamiento del Galeón, que unía la actual capital filipina con la mexicana Acapulco.
IMPORTANCIA DEL GALEÓN
Ocampo recuerda que ambas ciudades eran los dos puntos de conexión del galeón que servía para intercambios comerciales, de ideas y culturas y para la evangelización «en lo que ahora se considera la primera globalización mucho antes de que inventáramos la palabra y el concepto».
Jorge Mojarro, profesor de Literatura en la Universidad de Santo Tomás y columnista del Manila Times, coincide en que «Manila fue la primera ciudad global» y recuerda un artículo de investigación que databa la emergencia del mundo global en 1571, coincidiendo con la fundación de la ciudad.
«Era una sociedad multicultural. Había japoneses, chinos, gente del sudeste asiático, comerciantes de Armenia, la costa este de África, India, mexicanos, peruanos (…) Pero como ya no es lo que era entonces, se ha olvidado», dice Mojarro, español afincado en Manila desde hace doce años.
El profesor describe aquella ciudad global, conocida desde mediados del siglo XVIII como la «perla de Oriente», como «relativamente próspera» y destaca su papel como punto de entrada y salida de productos en todo el mundo.
«Al ser un lugar de cruce había gente y productos de todas partes. Por ejemplo, en el Sudeste Asiático no había comida picante hasta que el galeón llevó el chile de México», cuenta.
DECLIVE
Ocampo, por su parte, considera que Manila llegó a su punto culminante como ciudad europea amurallada en Asia en los siglos XVII y XVIII, cuando se convierte en un «melting pot» de distintas gentes y culturas.
La desaparición del galeón en 1815 a raíz de la independencia de México marcó el declive de la ciudad, que perdió su posición privilegiada como puerto comercial y trajo décadas de penuria en el siglo XIX.
Tras la independencia de España en 1898 y la dominación estadounidense, Ocampo recuerda que la ciudad pudo haber tomado impulso de haberse completado el plan de urbanización del arquitecto Daniel Burnham que aspiraba a convertirla «en una de las grandes ciudades planificadas del mundo».
Pero los planes no pudieron completarse debido a la Segunda Guerra Mundial, en especial la cruenta batalla por su liberación en 1945 supuso la destrucción de la vieja ciudad española de Intramuros y sus alrededores, lo que Ocampo califica como «la peor época» en la historia de la ciudad.
El crecimiento desordenado de las décadas siguientes, convertida en polo de atracción para habitantes de todo el archipiélago, la fueron llevando a ser la macrociudad que es hoy, con más de 14 millones de habitantes que hacen de ella, según la web World Population Review, la urbe más densa del planeta.
Tanto Mojarro como Ocampo muestran un optimismo moderado respecto al futuro de la ciudad, que en los últimos años ha mejorado su imagen pese a sus eternos problemas de tráfico y la gran desigualdad reflejada en los inmensos poblados de chabolas.
La herencia hispánica permanece en los nombres de los lugares, en especialidades culinarias como los callos, el menudo o los tamales, los nombres y apellidos y algunos edificios que sobrevivieron a las convulsiones de la historia, sobre todo los construidos en piedra, como apunta Mojarro, pero su identidad es hoy una mezcla de las múltiples influencias que ha recibido a lo largo de la historia.
Como afirmó el autor Nick Joaquín (alias Quijano de Manila) en su libro dedicado a la capital filipina, «Manila ha sido muchas ciudades y será muchas más».