17 Mayo de 2020
México.- La doctora Dina Abdel-Salam observó horrorizada el mes pasado cómo docenas de extraños se congregaban bajo el balcón del departamento de su tía en la ciudad egipcia de Ismailia, a donde se mudó temporalmente tras dejar a sus padres mayores en casa para protegerlos de su exposición al coronavirus.
La multitud gritó su nombre y profirió amenazas hasta que llamó a la policía para pedir ayuda.
El caso de Abdel-Salam es uno de muchos en una oleada de agresiones a doctores que ilustra cómo el miedo y la ira de la población pueden volverse contra las mismas personas que arriesgan su vida para salvar a los pacientes en la pandemia.
Mientras muchas ciudades del mundo estallan en aplausos cada tarde para dar las gracias a quienes trabajan en primera línea con los enfermos de COVID-19, la dolencia causada por el coronavirus, en Egipto, India, Filipinas, México y otros lugares, algunos médicos y enfermeras son agredidos, intimidados y tratados como parias por su labor.
Por sí sola, la pandemia ya plantea dificultades a los doctores, especialmente en lugares con una infraestructura sanitaria insuficiente. Pero los trabajadores médicos, vistos como posibles focos de contagio, enfrentan otro importante desafío en esas naciones: el estigma asociado con la enfermedad.
«Ahora más que nunca, tenemos que reconocer la importancia de invertir en nuestra fuerza laboral sanitaria y emprender acciones concretas que garanticen su bienestar y seguridad», dijo Ahmed al-Mandhari, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Mediterráneo Oriental, en una conferencia de prensa virtual a principios de semana.
Pero en algunos lugares, esta es una tarea complicada ya que la desconfianza, el miedo y la desinformación pueden tener efectos devastadores. Décadas de educación deficiente y escasos servicios gubernamentales crearon profundos recelos sobre la profesión médica en muchos sitios.
En Guadalajara, Jalisco, médicos y enfermeras dicen que salir a la calle con uniforme es una invitación al peligro. Un hospital pidió a sus trabajadores que se quiten la ropa de trabajo al terminar su turno y el gobierno asignó soldados a los centros públicos.