10 de mayo de 2018
Por Andrés Beltramo Álvarez
Nomadelfia, Italia.- Francisco visitó hoy la aldea de Nomadelfia para rendir homenaje a don Zeno Saltini, el sacerdote fundador de esta peculiar comunidad donde la fraternidad es ley, cuya obra desafió el egoísmo y la hostilidad eclesiástica.
La primera etapa de una gira de pocas horas por dos localidades de la céntrica región italiana de la Toscana, que el Papa cumplió este jueves, comenzó con un momento de oración ante la tumba de ese clérigo que en 1931 dio origen a una obra revolucionaria para su época.
El día de su primera misa, el 6 de enero de ese año, don Zeno adoptó como hijo a un joven apenas salido de la cárcel y puso así las bases de una “nueva ciudad”, donde mujeres solteras se convierten en “madres de vocación” y los matrimonios acogen a niños abandonados como propios, llegando a tener decenas.
Extendida a lo largo de 400 hectáreas de verdes praderas y amables colinas, esta comunidad se forjó gracias a la perseverancia del grupo inicial, entre el escepticismo de los contemporáneos y la desconfianza de las autoridades de la Iglesia.
Tanto que, por ocho años, Saltini se vio obligado a dejar el sacerdocio para estar junto a “sus hijos” mientras, en 1950, el Vaticano suprimió sus comunidades. Finalmente se impusieron los hechos y en 1989 el Papa Juan Pablo II dio su reconocimiento final con una visita al lugar.
“En un mundo muchas veces hostil a los ideales de Cristo, no duden en responder el testimonio alegre y sereno de su vida”, dijo hoy Francisco, en un discurso ante más de 600 personas en el auditorio central de Nomadelfia.
Antes había visitado la tumba de don Zeno y convivido con un grupo de familias en el “Poggetto”, un asentamiento de varias casas donde cinco familias practican una extrema comunión de bienes.
“He venido aquí entre ustedes en el recuerdo de don Zeno Saltini y para expresar mi impulso a la comunidad fundada por él. Nomadelfia es una comunidad profética, que se propone realizar una nueva civilización, poniendo en práctica el evangelio como forma de vida buena y bella”, dijo el Papa.
“(A Zeno) le había quedado impresa la frase de Jesús: ‘Ninguno que pone mano al arado y después mira para atrás es adecuado para el reino de los cielos’. La repetía a menudo, quizás presagiando las dificultades que iba a encontrar por encarnar, en la cotidianidad, la fuerza renovadora del evangelio”, añadió.
Más adelante citó la “ley de la fraternidad”, que traducida en griego se lee “Nomadelfia”. Ella, apuntó, fue el sueño y el objetivo de toda la existencia del sacerdote, que deseaba una comunidad de vida inspirada en el modelo de los hechos de los apóstoles.
“Los exhorto a continuar este estilo de vida, confiando en la fuerza del evangelio y del espíritu santo mediante un limpio testimonio cristiano”, estableció.
Precisó que, ante los sufrimientos de los niños huérfanos y más necesitados, Saltino comprendió que el único lenguaje que ellos comprendían era el del amor.
Por lo tanto, abundó, supo identificar una peculiar forma de sociedad donde no existe espacio para el aislamiento o la soledad, sino que rige el principio de la colaboración entre las distintas familias, donde los miembros se reconocen como hermanos en la fe.
Además, destacó que las características propias de esta comunidad promueven el establecimiento de vínculos mucho más sólidos de los del propio parentesco.
Relaciones “de consanguineidad y de familiaridad”, que se manifiestan en las relaciones recíprocas entre las personas: todos se llaman por el nombre, jamás por el apellido, y en las relaciones cotidianas se usa el tu de confianza, siguió.
Antes de despedirse, invitando a rezar un Padrenuestro en voz alta, exclamó: “Les agradezco mucho por el calor y el clima de familia con el cual me han acogido.
“Fue un encuentro breve pero cargado de significado y de emoción; lo llevaré conmigo, especialmente en la oración. Me llevaré sus rostros: los rostros de una gran familia con el sabor vivaz del evangelio”, apuntó.