3 de abril de 2018
Jerusalén.- Bajo una fuerte presión de sus bases electorales nacionalistas y críticas generalizadas dentro de su partido, Likud, y otros legisladores en la coalición gobernante, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, dio marcha atrás a un plan para deportar a miles de inmigrantes africanos.
El destino de unos 37 mil africanos en Israel supone un dilema moral para un Estado fundado como un refugio para los judíos que huían de la guerra, la miseria o el Holocausto.
Mientras los progresistas defienden su acogida, el gobierno ha sido tradicionalmente presionado por sus bases electorales nacionalistas para lograr su expulsión.
«Estoy atento … y ante todo con los residentes del sur de Tel Aviv», aseguró Netanyahu. «Por lo tanto, decidí reunirme, junto con el ministro del Interior, Aryeh Deri, con representantes de los residentes del sur de Tel Aviv (que acoge a miles de inmigrantes) este miércoles por la mañana».
«Mientras tanto, suspenderé la implementación del acuerdo y, después de reunirme con los representantes, presentaré el acuerdo para un nuevo examen».
Israel anunció este lunes la cancelación de su controvertido plan para deportar a miles de inmigrantes africanos y un pacto con la ONU para que, en su lugar, unos 16 mil permanecieran en el país y un número similar fueran trasladados a países occidentales.
Según el acuerdo de cinco años con la agencia de la ONU para los refugiados, unos 16 mil 250 inmigrantes africanos que ingresaron ilegalmente al país, muchos de ellos en busca de asilo, serían reasentados en naciones occidentales, lo que Netanyahu había dicho que incluía a Alemania, Italia y Canadá.
Por cada migrante reasentado en el extranjero, Israel le daría «residencia temporal» a un inmigrante en Israel, dijo Netanyahu en una conferencia de prensa el lunes.
Reemplazó un controvertido plan para enviar por la fuerza a migrantes africanos varones a terceros países de África si no iban voluntariamente.
Se informó que las naciones eran Uganda y Ruanda y que la Corte Suprema de Israel había bloqueado las deportaciones que debían comenzar el domingo.
En una publicación de Facebook, la madrugada de este martes anunciaba la suspensión del acuerdo de la ONU, y Netanyahu dijo que el acuerdo anterior había fracasado porque Ruanda se había retirado.
Naftali Bennett, jefe del partido Jewish Home, calificó el plan de «rendición total a la campaña falsa en los medios» y dijo que la credibilidad del gobierno estaba en juego.
El ministro de Justicia, Ayelet Shaked, se encontraba entre los ministros diciendo que no sabían nada sobre el acuerdo antes de que se anunciara.
La ministra de Cultura, Miri Regev, expresó su preocupación por la «identidad y el tejido social» de Israel si a los inmigrantes se les permitía quedarse, según el Jerusalem Post.
Según el plan anunciado, que al parecer no contaría con la aprobación de los citados países europeos, el resto de inmigrantes afectados, muchos de los cuales han solicitado asilo, podrían permanecer en Israel, adonde llegaron ilegalmente cruzando a pie desde Egipto, al menos durante los próximos cinco años.
El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha confirmado haber alcanzado dicho acuerdo con Israel, pero no ha citado los países que aceptarían a estos inmigrantes.
Según el plan, el ACNUR se encargará de trasladar durante los próximos cinco años a 16 mil africanos a países occidentales, mientras que Israel dará seguridad jurídica y residencia temporal al resto.
La decisión en enero de ofrecer a los inmigrantes una suma global en efectivo y un boleto de avión para salir de Israel voluntariamente o de lo contrario se enfrentan a la expulsión forzada fue controvertido en Israel.
Algunos críticos en el país y entre la comunidad judía en el exterior, incluidos ex embajadores y sobrevivientes del Holocausto, dijeron que el plan no era ético y una mancha en la imagen internacional de Israel.
La agencia de la ONU para los refugiados dijo que violaba las leyes locales e internacionales, y que se realizaron grandes protestas en Israel.
Netanyahu dijo que la oposición era «infundada y absurda» y que Israel reasentaría a «refugiados genuinos».
Los activistas, sin embargo, señalaron que solo un puñado de eritreos y sudaneses habían sido reconocidos como refugiados por Israel desde que el país se hizo cargo del procesamiento de las solicitudes de la ONU en 2009.