4 de febrero de 2018
Por Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano.- A casi 15 años de su entrega a Juan Pablo II, el último Volkswagen “escarabajo” fabricado en la planta de esa armadora alemana en Puebla (México) aún fascina a turistas y curiosos como una de las principales atracciones en el Pabellón de las Carrozas de los Museos Vaticanos.
Cada día, miles de visitantes pueden admirar el modelo VW TYP1 Beetle que fue construido el 30 de julio de 2003, al final de una serie de tres mil piezas de la edición de despedida del clásico, y que fue entregado al pontífice polaco el 26 de mayo de 2004 en el Vaticano.
El vehículo se encuentra estacionado al fondo de una larga galería ubicada justo debajo de la Pinacoteca de los museos pontificios, en un amplio espacio que reúne a los más diversos medios de transporte usados por los Papas a lo largo de la historia, desde carruajes medievales hasta lujosas limosinas de mediados del siglo XX.
Destacan su color celeste y sus llantas negras con bordes blancos, detalles de lujo inspirados en los primeros “escarabajos”. En una placa explicativa se recuerda que fue entregado por el entonces presidente de la compañía en México, Luis Manuel Abella Armella, acompañado por una delegación de trabajadores.
A pocos pasos, otro clásico compite en atención con el fabricado en México. Se trata del ya famoso Renault 4 blanco modelo 1984 que Renzo Zocca, un anciano párroco de un poblado italiano cerca de Verona, regaló al Papa Francisco en 2013.
La particularidad de ese R4 es que el propio Jorge Mario Bergoglio lo abordó espontáneamente en pleno Vaticano para alcanzar a un grupo de fieles y al final de ese paseo le dijo al sacerdote que él ya había tenido un coche como ese que jamás lo había dejado tirado.
Estos dos pequeños autos parecen desentonar con el resto de las piezas de esa peculiar galería, que incluye varias lujosas limosinas, antiguas y modernas, además de diversos papamóviles, entre ellos aquel sobre el cual Karol Wojtyla sufrió un atentado del 13 de mayo de 1981.
Se trata de una “Campagnola”, como se conoce a la camioneta Fiat 1107 descubierta y que trasladó al pontífice tras los disparos que recibió en plena Plaza de San Pedro la tarde de aquel día y de los cuales sobrevivió milagrosamente.
Junto a este significativo coche puede verse la sotana blanca que el Papa, ahora santo, llevaba puesta ese día y que está manchada de sangre. Sobre la pared se emite constantemente un video del ataque junto con otras imágenes de Juan Pablo II.
Ahí mismo es posible admirar otros tres papamóviles, fabricados para diversos líderes católicos. Más allá, en una vitrina, se puede observar un volante de la Ferrari de Fórmula 1 modelo MT867/B regalado en 2003 por el piloto alemán Michael Schumacher al pontífice polaco.
El Pabellón de las Carrozas de los Museos Vaticanos fue creado por Pablo VI en 1973 y desde ese tiempo reúne suntuosos carruajes, el más importante de ellos la Berlina de Gran Gala, una carroza labrada totalmente en oro usada por los papas León XII (1823-1829) y Gregorio XVI (1831-1846).
Custodia piezas pertenecientes no sólo a pontífices sino también a cardenales como Luciano Luigi Bonaparte, quien recibió una carroza como regalo de su primo, Napoleón III, emperador de Francia.
Con la llegada del automóvil, los obispos de Roma recibieron donaciones de las más variadas casas armadoras. Por eso la galería incluye un Graham Paige–Type 837 (1929), una Citroen Lictoria Sex (1930) y un Mercedes Benz-460 Nurburg Limousine (1930) y una Mercedes Benz–300 SEL (1966).
Los papamóviles fueron construidos con base en la Toyota Land Cruiser (1976), la Land Rover Santana 109 III serie SW (1983) y la Mercedes Benz 230 G (1990).
Entre otras curiosidades, también se encuentran expuestos una maqueta que reproduce la primera locomotora de un tren de la Ciudad del Vaticano que data de 1929 y varios cuadros que recrean escenas donde se puede ver a los Papas a bordo de sus vehículos.