10 Mayo de 2020
México.- Nancy Hernández, se convirtió en madre por tercera vez el pasado 21 de marzo, ocho días después del 13 de marzo, fecha en la que se confirmaron los primeros casos de COVID-19 en la entidad. Ían, su tercer hijo, ni siquiera ha sido presentado ante el Registro Civil por la suspensión de actividades no esenciales.
Debido a su embarazo que la colocó como población vulnerable ante el COVID-19, Nancy dejó de llevar a sus otros dos hijos a la escuela e inició un confinamiento voluntario desde el pasado 15 de marzo. Su esposo Antonio y ella, compraron provisiones y se dispusieron a esperar la llegada de Ían.
«Nos preocupaba mucho la situación, aunque apenas empezaba, de ir al hospital y que a lo mejor había algún caso (de COVID) o que pudiera surgir algún brote (…) Yo iba entrando en la semana 38 (de gestación) pero el bebé se veía tranquilo».
Durante su última consulta, el médico le recomendó a Nancy, esperar una semana, si para el domingo 22 de marzo no presentaba contracciones, la propuesta era inducir el parto para evitar que Ían naciera en un momento más avanzado de la contingencia. Es decir durante una posible saturación del sistema hospitalario.
«Afortunadamente», celebra Nancy, Ían se adelantó a la sugerencia médica y para el sábado 21 de marzo a las 7:00 de la mañana ya formaba parte de un mundo azotado por un virus en extremo contagioso.
Contrario a sus anteriores partos, en este, a Nancy no le permitieron mantener a Ían cerca de su pecho para acelerar la lactancia materna; Antonio, su esposo, no le acompañó en la sala de expulsión, no hubo visitas en el hospital y tampoco fue posible el alojamiento.
Incluso el primer acercamiento entre madre e hijo para lactar, ocurrió casi 12 horas después y estuvo envuelto en protocolos, Nancy tuvo que lavar su cuerpo, colocarse cubrebocas e inmediatamente después de alimentar a Ían, debía entregarlo al personal de enfermería.
24 horas después del parto, Nancy fue dada de alta con la recomendación de no recibir visitas.
Si bien, Nancy percibe que estos días en casa han abonado a que León y Said (sus otros dos hijos) se adapten al nuevo miembro de la familia, también le ha supuesto un estrés y ansiedad adicional.
No es la situación postparto, es el hecho de que su esposo realiza una actividad esencial que eventualmente lo obliga a salir de casa. A esto se suma que después de las actividades escolares, las tareas del hogar y la atención al bebé, no le queda tiempo para ella.
LA DOBLE Y TRIPLE JORNADA
Con ese estrés adicional tiene que lidiar Paula. Todos los días antes de que despierten sus hijos y mientras duermen, dedica al menos dos horas para entender las tareas de su pequeña que estudia en primaria.
En la normalidad, rota por el SARS-CoV-2, Paula realizaba la estimulación temprana de su hijo menor, mientras su hija mayor estaba en clases. Ahora debe hacer «un poco de todo al mismo tiempo», lo que le implica una doble jornada en la que no colabora su esposo, pues trabaja fuera de la ciudad.
Pese a que no le queda tiempo libre, le consuela pensar que su esfuerzo vale la pena por el bien de sus hijos.
El hogar de Paula, forma parte de ese 43.6 por ciento que a nivel nacional, de acuerdo con el INEGI, no cuentan con conexión a internet, por lo que muchas veces debe investigar los temas que enseña a su hija, a través de los datos de su compañía de telefonía móvil o en el «ciber» de la colonia en donde también venden artículos de papelería y que mantiene sus puertas abiertas aunque no está considerado como actividad esencial pero debería.
«Es toda una labor para una, nos vinieron a incrementar el trabajo; pero bueno, al finalizar es buscar el bien para nuestros niños», se convence.
Paula también forma parte de ese 76.4 por ciento de la población en la que recae la mayor parte de las actividades del hogar y de cuidado a otras personas, actividades que con el confinamiento ha acentuado y que para quienes adicional a esto, realizan tele-trabajo implica una triple jornada.
Paula espera que las autoridades encargadas modelo educativo «Aprendo en Casa» contemplen esta situación y se reduzca la carga de tareas, o que los profesores puedan encontrar un mecanismo mediante el que sea claro para los padres y madres los aprendizajes que deben adquirir los escolares con la finalidad de transmitirlos sin «hacer bolas» a los niños.
A Paula y Nancy las une el hecho de ser madres y no tener tiempo para ellas, en este confinamiento. Si bien Nancy contó unas semanas con el apoyo de su mamá mientras se recuperaba del parto, por seguridad de ella y sus hijos, decidió regresar a casa.
Paula no tiene la posibilidad de apoyo en ninguna de las actividades que realiza pues su pareja está ausente porque es uno de los favorecidos con empleo sin ver disminuida su paga.
Este 10 de mayo, tanto para Paula como para Nancy y muchas madres en confinamiento voluntario, no habrá salidas a cenar en ropa de gala, serenata al pie de la ventana, o visita a sus madres, para algunas será un día como los demás y para otras puede que un pequeño detalle rompa la rutina.