25 Julio de 2021
México.- Los padres de Miguel Ángel se han endeudado para darle una vida digna, pero ahora piden a la sociedad que los ayuden, ya que ante los bajos recursos en los que se encuentran, no pueden costear esta operación que cuesta cerca de 120 mil pesos.
Hace tres años, Miguel Ángel Arenas no imaginaba que su vida cambiaría para siempre; el 1 de abril de 2019, que tras salir de una fiesta en Villa de Guerrero, en el Estado de México, fue golpeado brutalmente. “Mi papá me encontró con la cabeza deforme, estaba realmente irreconocible de la golpiza que me dieron, estaba sangrado totalmente. Mi ojo estaba votado, hoy en día es un milagro que lo tenga ahora, prácticamente gracias a Dios y al cielo que veo bien, perfectamente, porque mi ojo estaba muerto”, Miguel detalló.
Previamente, esa noche, dos de sus amigos pasaron por él a su domicilio para ir a una fiesta de rock, llegaron y tras varias copas encima se retiraron por lo que Miguel no recuerda quiénes lo golpearon aunque sospecha de sus propios compañeros que lo acompañaban, pues desaparecieron tras el incidente. “Todo apunta que fueron ellos, porque el que nada debe, nada teme. ¿Por qué?, ¿por qué se fueron del pueblo? Nunca dieron la cara. Me dejaron en la calle desangrándome. Pues cuando empezaron las investigaciones desde el Ministerio Público, varias personas que asistieron al lugar declararon que no sabían nada y resulta que nadie estuvo ahí, no hay culpables para la justicia”, recordó.
Su familia interpuso una demanda contra “sus amigos”, pero durante meses, nunca hubo avance sobre el caso por lo que desistieron en su demanda de justicia. “Tenía que pagar muchas cosas para que Miguel siguiera vivo. No me iba a detener en pagar abogados que solo me iban a robar, o darles mordidas a las autoridades para que dieran con los responsables. Ese es su trabajo, aunque no lo hagan. Por lo que decidí yo y mi esposa en darle una mejor vida a mi hijo, no quería que el muriera. Y velo, aquí está, todo un guerrero”, describió su padre.
Miguel estuvo hospitalizado más de dos meses en Toluca en estado de gravedad, al final, el médico que lo atendía informó a sus padres que ya no había nada que hacer por él y lo dio de alta tras desahuciarlo.
“Cuando me lo dieron de alta, dije: me llevo a mi hijo a casa, yo allá lo voy a cuidar, lo vamos a proteger casi como lo cuidan aquí. Porque yo aprendí a curarlo, ya que él tiene traqueotomía, y aprendí a sacarle las flemas y curarle las llagas, incluso sé darle terapia física y ocupacional”, mencionó su padre, Félix Arenas. Miguel ha logrado mover sus extremidades y comer solo, pero hace unas semanas sufrió un ataque epiléptico que provocó que el fémur de una de sus piernas se desprendiera, ahora necesita una prótesis y una cirugía que cuestan más de 120 mil pesos.
«Los buenos somos más» Como Miguel tiene una traqueotomía, no puede ser intervenido en un hospital público, por el riesgo de contagio al covid 19, de acuerdo con los médicos que lo atienden. Sin embargo, la operación de Fémur tiene un costo de más de 120 mil pesos, un precio que la familia no puede solventar, ya que su padre es Floricultor y su madre comerciante.
“Nosotros somos una familia numerosa, tengo cinco hermanas y soy el mayor, y la verdad los gastos por parte de ellas son mayores. Mi madre limpia casas y mi papá es microbusero, por lo que no se dan abasto con sus ganancias. La necesidad ha estado ahí latente desde que estaba en la secundaria, desde entonces yo me pago mis estudios y hoy sigo aportando en casa para que tengamos algo que comer”, externó. Aunque en redes sociales lo han criticado por ofrecer las clases a un bajo costo, muchos de sus alumnos han decidido “pagar lo justo”, pues aunque saben que la clase cuesta 15 pesos la hora, muchos aportan un poco más. “Maestro, yo sé que nos dijo que costaba 15 pesos la clase, pero sí deseo darle un poco más, ¿no hay ningún problema? Es que su trabajo vale mucho más”, le dijo una alumna al finalizar una de sus clases.
Los alumnos merecen calidad educativa En un cuarto de 2 por 4 metros, una silla de madera, un monitor, un teclado de tableta roto de 9 pulgadas y una bocina para fiestas, son sus herramientas para dar clases a distancia a más de 200 personas, y pese a que no son las condiciones “correctas”, Samuel está contento con lo que tiene por ahora. “Cuando decidí que iba a dar clases, no me imaginé que sería a muchas personas. Pero ahora me doy cuenta que lo que tengo no será suficiente para darle una mejor calidad educativa a mis alumnos. Yo ahorita estoy empezando, pero espero y con el tiempo conseguir algo mejor para trabajar dignamente”, expresó con una sonrisa.
Si bien, Samuel cobra 15 pesos las clases porque dice “que lo que busca es que sea accesible para los alumnos”, él espera también que si alguien se quiere solidarizar al regalarle o venderle un equipo de cómputo barato, estará agradecido. Por su parte, María, madre de Samuel, dice estar orgullosa de él, ya que por mucho tiempo lo vio triste, cabizbajo y sin ganas de comer. “Como mamá, me siento afortunada y por el logro que está teniendo, de hecho ya se estaba desesperando. En varias semanas yo le decía, ‘tú tranquilízate, verás que todo va salir bien’. Y el día en el que le tomaron la foto, iba triste, pero con ganas de salir adelante. Ese día estaba lluvioso, y me preocupé de que se enfermara, pero no fue así. Dios es grande y me lo bendijo, porque ahora está teniendo éxito y me lo iluminó para que nos siguiera apoyando”, dijo la señora María.
Samuel es católico, y cree en Dios, por lo que ahora le agradece “infinitamente” por haberlo premiado con la cantidad de alumnos que se registraron para tomar sus clases. “Yo le agradezco a Dios por esta bendición. Me siento bendecido, no tengo las palabras para agradecerle, pero lo que si tengo, son mis conocimientos, mismos que pondré en marcha para que mis alumnos aprendan muy bien el inglés y no se decepcionen de mí. Que vean que esto si fue una buena inversión”, finalizó.