3 de mayo de 2017
Urgido como nunca antes de una sólida unidad interna que le permita enfrentar con éxito los retos electorales de éste y el próximo año, encabezado por una dirigencia errática que tropieza de manera constante con el irresponsable y pragmático actual, y la desmedida ambición (política) de su administrador de turno Ricardo Anaya Cortés, Acción Nacional exhibe ahora de manera pública las consecuencias más graves del proceso de tribalización sufrido en los últimos años.
Un proceso éste, valga destacar, que si bien comenzó a evidenciarse cuando el panismo consiguió sus primeros triunfos a nivel estatal, en la Baja California de Ernesto Ruffo Appel y la Chihuahua de Francisco Barrio Terrazas de manera notable, se profundizó en grado extremo y dio paso a la abierta confrontación de grupos en busca de poder y los beneficios —“no pocos de ellos ilícitos, que conste…”— que el mismo conlleva, a partir del arribo de Vicente Fox Quesada, primero, y luego de Felipe Calderón Hinojosa a la residencia oficial de Los Pinos.
Hoy entonces, luego de algo más de dos décadas de alentar su propia balcanización, el otrora partido de la gente bien… de la gente decente, como recuerdan algunos nostálgicos, debe observar y “dejar pasar sin hacer mayor comentario o intentar siquiera evitarlo”, cómo sus distintos liderazgos se enfrentan ya no sólo por el control de la estructura partidista, dominada ahora —“al más puro estilo del cuestionadísimo priismo”— por Anaya y afines, sino por candidaturas a nivel estatal y/o municipal en concreto que, por cierto, cada vez con más frecuencia son entregadas a exmilitantes de otros partidos, del Revolucionario Institucional en especial o, con el explícito propósito de ganar a cualquier precio, a caciques regionales.
El sábado apenas, en el marco de la insustancial reunión de Consejo Nacional convocada por su queretano administrador de turno para (supuestamente) cerrar filas de cara a las elecciones de junio, la confrontación entre las tribus azulesalcanzó un nuevo nivel cuando el anayista Juan José Rodríguez Prats enfrentó al expresidente Calderón por supuestamente pretender éste imponer a su esposa Margarita Zavala Gómez del Campo, la mejor posicionada hoy entre los aspirantes panistas a alcanzar la Presidencia en 2018 por cierto, como candidata del blanquiazul.
Ello, obvio, en respuesta y con el aparente propósito de desviar la atención sobre el reiterado y siempre ignorado reclamo que para que defina su personal aspiración y las reglas que normarán el proceso de selección del abanderado presidencial panista, han venido haciendo al (políticamente) imberbe Anaya Cortés, igual quienes forman en las filas del llamado calderonismo que, desde otro frente, los que apoyan las aspiraciones del exgobernador poblano Rafael Moreno Valle.
Que a nadie sorprenda pues lo sucedido el sábado, dado que, al margen de consideraciones de otra índole, ello no es sino uno de los muchos frutos amargosque, ahora de manera pública, exhibe un panismo dividido por los intereses, no siempre legítimos, de su militancia.
Y al paso de los días, semanas o meses, la confrontación abierta entre grupos tenderá a agravarse y los escándalos provocados a crecer en espectacularidad…
ASTERISCOS
* Crecientes versiones según las cuales, a contrapelo con lo que se expresa en discursos, el mandamás en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Andrés Manuel López Obrador, apuesta más a obtener un honroso segundo puesto en los próximos comicios en el Estado de México que, en verdad, a catapultar a Delfina Gómez Álvarez hasta el Palacio de Gobierno estatal. “El precio a pagar de no obtener resultados concretos en un plazo breve al frente del gobierno, podrían ser (para él), altísimos…”, dicen.
Veámonos el viernes, con otro asunto De naturaleza política.
Twitter: @EnriqueArandaP