25 de abril de 2018
Si bien en un primer momento atrajo la atención de propios y extraños e, incluso, no pocos ataques por parte de aquellos que siguen entendiendo la tolerancia como un derecho exclusivo de quienes piensan como ellos, la iniciativa de reforma a la Ley de Asociaciones Religiosas, promovida la pasada semana por el priismo, enfrenta ahora, podríamos decir, horas decisivas… horas en que, vale decir, quedará definida su suerte.
Y ello, no sólo porque en tratándose de la más relevante reforma sobre el tema, primera desde la salinista que en 1992 normalizó las relaciones entre la Iglesia y el Estado, su promoción se acredita a un acuerdo entre el PRI-gobierno y la Iglesia católica, sino, esencialmente, porque no son pocos los legisladores —militantes de izquierda y del más rancio jacobinismo u otros vinculados a “credos” sin sustento doctrinal ni base histórica: La Luz del Mundo, por ejemplo— que, amparados en que “no hay tiempo ya para discutir modificaciones legales de esa monta…”, han constituido una suerte de frente informal para evitar su avance en lo que queda del periodo y, en los hechos, su envío a la “congeladora” legislativa.
Hablamos, para poner las cosas en perspectiva, de una reforma que, entre otros puntos, posibilitaría la compra de bienes inmuebles y la obtención y operación de concesiones de radio y televisión abierta por parte de la Iglesia, validar la objeción de conciencia y la realización de manifestaciones públicas de su respectiva fe, actividades todas éstas prohibidas en la actualidad y que, sin duda, contribuirían a dotar a aquellas de un instrumental de evangelización-difusión del que ahora carecen.
La trascendencia de la misma y el hecho de que, desde un primer momento, haya sido el PRI, su coordinador en San Lázaro Carlos Iriarte, su promotor, cuestiona ahora su avance dado que, para decirlo pronto, no son escasas las versiones según las cuales es el “pago de una negociación entre el priismo y la jerarquía católica…” orientada a beneficiar a su candidato presidencial, José Antonio Meade, en detrimento de Ricardo Anaya, quien se define a sí mismo como aconfesional —“para no violentar a sus aliados liberales y de la izquierda pragmática”— y, obvio, de Andrés Manuel López Obrador, quien, si bien sólo excepcionalmente lo hace, se presenta como cristiano, presumiblemente evangélico.
Es verdad, y así hay que consignarlo, que aún la pasada semana en ámbitos oficiales se daba por hecho que, presuntamente merced a negociaciones, la bancada blanquiazul acompañaría el esfuerzo de aprobar la referida reforma, aunque hoy, sin embargo, nadie parezca apostar por ella porque, dicen quienes saben, ¡las cosas han cambiado!.. lo que ello signifique.
Estemos atentos pues a la suerte que corra la iniciativa de marras en las próximas horas —dictamen en la Comisión de Gobernación y envío al pleno para su aval-rechazo— que, insistamos, será una señal importante, una más, de cómo están las cosas y de lo que es dable esperar en el corto plazo…
Asteriscos
* Claridoso pronunciamiento de Mikel Arriola que, ante el inminente “festejo” por el 11 aniversario de la legalización de la práctica criminal del aborto en la capital, expuso que el primer día de su gestión, en caso de ganar, reforzará la información que se difunde respecto de la vida y los riesgos que corre la mujer al abortar, además de que clausurará de una vez por todas las clínicas clandestinas que provocan niveles de mortandad que no se han reducido…
* ¡Vaya buen trabajo! el del subsecretario Juan Carlos Baker que, apenas acaba de sacar adelante el Tratado de Libre Comercio con Europa, vino al país a negociar exitosamente con el Senado el Tratado Integral de Asociación Transpacífico y, ahora, viaja a Washington para sumarse al equipo del secretario Ildefonso Guajardo, en la tarea de sacar adelante el de América del Norte…
Veámonos el viernes, con otro asunto De naturaleza política.
Twitter: @EnriqueArandaP