8 Marzo 2023
México.- Las enseñanzas de mujeres de distintas regiones del país, cuyo trabajo inspira y empodera a las nuevas generaciones.
SAN LUIS POTOSÍ
Esperanza Lucciotto es madre de Karla Pontigo, una joven de 22 años víctima de feminicidio. En octubre de 2012, cuando su hija fue asesinada, inició una vida de activismo para exigir justicia por su hija, y para apoyar a otras madres en la misma situación.
Tras una década de lucha, Lucciotto señala que ha tenido varias batallas ganadas gracias a su persistencia y la fuerza que ha obtenido y brindado en la colectividad entre mujeres.
En mayo de 2021 fundó la colectiva “Por ella, por nosotras y por todas”. Un año antes se erigió frente a palacio de gobierno una escultura en bronce en memoria de su hija Karla.
“La voz de todas juntas es una exigencia hacia las autoridades, la unidad presiona a un gobierno”, sostiene Esperanza.
Explica que a raíz de que la Fiscalía General de la República (FGR) atrajo el caso de su hija —apenas el año pasado—, se permitió que la FGR atrajera otros casos de feminicidio en el país, como el de Debanhi Escobar y el de Ariadna Fernanda.
“A raíz de la muerte de mi hija no sabía quién iba a ser, no sabía que este destino me deparaba. Este destino me deparó que tengo que gritar, que tengo que luchar, que tengo que ver no solo por lo de mi hija sino por cada una de las mujeres y de las familias que desgraciadamente están pasando por el mismo dolor que yo”, expresa.
Lucciotto es consciente de lo que ha representado el caso de su hija para otras 49 madres potosinas que enfrentan una situación similar, por lo cual asegura que el colectivo “Por ella, por nosotras y por todas” es una esperanza para exigir justicia por los feminicidios que arrebatan hijas, madres y hermanas.
HIDALGO
Anayeli Mejía es una mujer que respalda a su comunidad en un tema en el que muchos otros sólo ven dinero: la migración, el motor que mueve a esta localidad del Valle del Mezquital.
Esta joven, de 33 años, en cabeza el Comité Ejecutivo Central del Consejo Sumpremo Ñhañhu, es la primera mujer desde la fundación del organismo, en 1975.
Su trabajo consiste en apoyar a la gente de la comunidad. Muchas de las personas que se atienden son adultos mayores, la mayoría habla español, pero muchos sólo Ñhañhu. Buscan asesoría para trámites diversos como la obtención de visas y pasaportes para ver a sus hijos, a quien en muchos casos tienen décadas de ver porque se fueron de migrantes.
También se acercan en busca de ayuda por algún familiar muerto o desaparecido en los Estados Unidos. Otros para repatriar un cuerpo o bien, aquellos que buscan un empleo. Aquí llegan los que el sistema no atiende.
OAXACA
La primera vez que Juliana Acevedo Ávila se reconoció como una mujer negra, dice que tuvo una sensación parecida a tocar el fuego. Señala que el racismo la hizo acercarse a buscar su identidad.
Lamenta que, en México, por siglos, no existiera una cultura ligada a África, que la negación de los pueblos negros sea una especie de segregación moderna que ha impedido el reconocimiento de miles de afrodescendientes. Está convencida que el respeto por el derecho a las mujeres negras está atravesado por la racialización del cuerpo y el territorio.
Juliana es presidenta de la Organización para el Fomento de la equidad de género y respeto de los derechos humanos de los Pueblos Negros y Afromexicanos (OFPA), da conferencias para prevenir la violencia y es integrante de la de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora Capítulo México.
“Creo que hay una lucha que empieza a dar frutos, pero sigo temiendo la simulación institucional”, confiesa.