29 de junio de 2017
Especialistas en disciplinas como química, geología, física e ingeniería civil particparon en la planeación y proceso de restauración de la figura ecuestre del rey Carlos IV de España, conocida como «El Caballito», cuya parte más dañada fue la frontal, explicó la coordinadora de los trabajos, Jannen Contreras Várgas.
Entrevistada por Notimex, la coordinadora Operativa del Proyecto de Restauración del Caballito, explicó que después de elaborar el plan de acción con la participación de dichos expertos, fue presentado “el 1 de noviembre de 2016 (y) a partir de ese mismo día empezaron a trabajar en la intervención».
La recuperación del esplendor de la escultura elaborada por Manuel Tolsá (1757-1816), añadió, finalizó con la entrega de la pieza, es decir ayer, «por lo que la intervención tomó poco más de siete meses”, añadió.
Explicó que la figura se encontraba dañada en aproximadamente 45 por ciento de su superficie, luego de la inadecuada intervención que tuvo en 2013; tras lo anterior, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) asumió la responsabilidad de restauración a finales de abril de 2016.
Precisó que en este proyecto participaron alrededor de 160 personas, más los contratados de empresas externas, y “empezamos a trabajar de manera inmediata en todas las gestiones y la preparación de las secciones que iban a hacer y se tuvo la primera rueda de prensa justamente el pasado 28 de junio de 2016, que se empezó con la etapa de diagnóstico, que fue el 1 de julio del año pasado”.
De julio a octubre de 2016 se tuvo la etapa de diagnóstica, cuando se trabajó con una serie de especialistas de otras disciplinas, y entonces se generó el proyecto de intervención, abundó la restauradora de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía del INAH.
El mayor daño causado por la intervención de 2013 fue el hecho con ácido en la parte frontal de la escultura, sobre todo a partir de la mitad de la cabeza hacia adelante, dijo.
“En esa parte se perdió todo el recubrimiento, la pieza estaba pintada con la mezcla de asfalto, chapopote con ceras, todo eso se eliminó y debajo de eso estaba la capa pictórica de origen, la que había puesto el escultor Manuel Tolsá”, señaló.
Añadió que como no se tuvo ningún cuidado en los escurrimientos, estos dañaron las piernas del caballo, la base e incluso el pedestal, que terminó manchado de verde, del material metálico disuelto.
También se refirió a los adelantos tecnológicos que utilizaron, como los rayos laser, con los que se hizo un levantamiento tridimensional de la escultura en tres diferentes momentos: al iniciar la intervención, al concluir la limpieza y al finalizar la intervención completamente.
De esta manera, continuó, “teníamos un registro muy fidedigno, no solo de la volumetría, sino de la coloración y la textura de la obra en cada momento de la intervención», subrayó.
Asimismo dijo que procuraron que el color fuera lo más fidedigno posible a lo que encontraron, “no podemos saber cuál era el color original en el momento en que lo plasmó Tolsá en su inauguración, porque han pasado más de 200 años y sufrió la lluvia y el paso del tiempo, y eso genera alteraciones químicas.
“El color, tal cual, no lo podemos conocer, pero si podemos saber cuál es el estado actual de los materiales de origen, eso fue lo que registramos y lo que hemos ocupado para hacer las interpretaciones del color que estamos ocupando en el momento y que está apreciando la gente”, concluyó Contreras Vargas.