23 de diciembre de 2017
La discusión de la prolongada crisis en Venezuela en la Organización de los Estados Americanos (OEA) generó fisuras que mantienen dividido al organismo, que ahora enfrenta una baja credibilidad a la que incluso la administración estadunidense parece haber abonado.
Lejos de la unidad mostrada en mayo de 2009, cuando los 33 países miembros votaron a favor de suspender a Honduras del sistema interamericano, tras el golpe de Estado que depuso al presidente Manuel Zelaya, la de Venezuela es una crisis de recurrente discusión en la OEA, casi después de la fallida intentona contra el entonces presidente Hugo Chávez, en diciembre de 2002.
El anuncio del gobierno venezolano de abril pasado de que abandonaba el sistema interamericano, pareció marcar el fin de la guerra de desgaste entre el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y los gobiernos de Chávez, quien falleció en 2013, y su sucesor, el presidente Nicolás Maduro.
La denuncia de la carta interamericana, requerimiento para poner en marcha el proceso de salida, resultó en un acto significativo por ser esa la primera salida de un Estado miembro en los 69 años de historia del organismo hemisférico.
Un mes después, la reunión de consulta de cancilleres de la OEA celebrada en Washington con la finalidad de discutir la crisis venezolana, fue suspendida por consenso de los países miembros, ante la falta de consenso para adoptar una resolución, y tras casi ocho horas de debate y negociaciones.
Ni siquiera el posterior abordaje de la crisis durante la Asamblea General de la OEA en Cancún, México, en junio fue suficiente para superar las divisiones del encuentro de mayo, y esta sirvió para acentuarlas, quedando además evidenciada la división que persiste hasta ahora.
El impasse llevó a un grupo de 12 naciones a continuar la discusión fuera del seno de la OEA, ante el fracaso de la puja en Cancún, dadas las posiciones irreconciliables.
El 8 de agosto, los cancilleres y representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, reunidos en Lima, condenaron la ruptura del orden democrático en Venezuela, además de no reconocer a la Asamblea Nacional Constituyente, que calificaron de ilegítima.
“El problema de la OEA es que tiene una crisis de liderazgo”, consideró Angelo Rivero, catedrático de temas latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, y para quien, esta deriva de los problemas estructurales que el organismo ha enfrentado en años recientes.
Rivero apuntó a la naciente crisis en Honduras, derivada de las pasadas elecciones presidenciales, como una muestra más de los problemas estructurales que ha venido enfrentando en décadas recientes.
Señaló el hecho de que pese a las serias irregularidades aludidas por la Misión de Observación Electoral de la OEA, y a casi un mes de los comicios, ningún país ha solicitado que se convoque al Consejo de Seguridad para discutir la situación en la nación centroamericana.
“La OEA es una organización que fue creada para defender las posiciones regionales del nuevo orden después de la Segunda Guerra Mundial, pero no se ha ajustado, no ha tenido la capacidad de adaptarse a las nuevas relaciones hemisféricas”, recordó el catedrático en entrevista.
Rivero consideró que la crisis en Honduras abonará a esta crisis, debilitando la imagen de la OEA como una organización creíble para ayudar a los Estados a resolver problemas internos, y apuntó a la decisión de Estados Unidos de reconocer la reelección del presidente Juan Orlando Hernández.
“Creo que hay que decir que esto tiene que interpretarse como una decisión política del gobierno de Estados Unidos, que decide apoyar al gobierno con el que supuestamente tienen una colaboración en muchas áreas”, apuntó.
Para el director para las Américas de la organización Human Right Watch (HRW), José Miguel Vivanco, la crisis de credibilidad que enfrenta el organismo hemisférico no se puede atribuir solo a una figura como Almagro.
Recordó que el arribo de Almagro a la Secretaría General de la OEA fue celebrado en su momento en una elección de enorme impacto “que elevó la credibilidad de la institución”, tras el cuestionable papel de su predecesor, José Miguel Insulza.
Esa gestión contrastó “con un liderazgo fuerte como el que ejerce Almagro; plenamente comprometido con los derechos humanos y los valores fundamentales”, señaló Vivanco.
Consideró que el cuadro habría sido peor si la OEA tuviera un secretario general, “pusilánime, un burócrata que se hubiera negado a formular cualquier tipo de planteamiento crítico sobre Venezuela”.
“Efectivamente la organización está paralizada, no voy a decir que no lo sé, está totalmente paralizada”, aseguró Vivanco, tras aludir al hecho de que hasta ahora ningún país ha hecho una convocatoria para discutir la situación en Honduras.
Vivanco consideró igualmente que la decisión de la administración del presidente Donald Trump de reconocer el triunfo de Hernández en Honduras, pese a la conclusión inicial de la misión de observación electoral, “es una bofetada en la cara a la propia OEA”.
“Una de las tareas más importantes, históricamente relevante de la OEA, es la misión de observación (electoral), y hay que ver lo que ha ocurrido”, indicó.