18 septiembre 2023
México.- En un sótano, en una de las ciudades del frente de batalla en la región de Donetsk, en Ucrania, varias personas se reúnen tres veces por semana en la mañana para practicar yoga y así aliviar el estrés provocado por el constante cañoneo de la artillería rusa.
Música relajante llena el sótano en Kramatorsk, en donde el aire húmedo es tangible.
“Nos desconectamos del mundo exterior”, dice con voz serena Serhii Zaloznyi, un instructor de yoga de 52 años. Lentamente dirige a las personas a un estado de meditación.
De forma ocasional, el sonido del agua que corre por las tuberías del edificio de varias plantas interrumpe la música tranquila, como recordatorio de que la sesión de yoga se desarrolla en el sótano.
“La paz, la tranquilidad y el equilibrio se sienten en el corazón”, expresa Zaloznyi mientras las personas respiran calmadamente con los ojos cerrados.
Para los participantes, el “mundo exterior” es la vida en una ciudad en donde las sirenas suenan cada pocas horas y el ruido de las explosiones perturba su vida cotidiana.
Kramatorsk está a sólo 30 kilómetros del frente de batalla en la región de Donetsk, en donde ocurren algunos de los combates más intensos del este de Ucrania.
A finales de julio, un misil ruso impactó uno de los restaurantes más populares de Kramatorsk, matando a 13 personas y conmocionando a los residentes de la ciudad.
Pero en este modesto sótano en un distrito residencial, las personas llegan para encontrar una sensación de seguridad en las sesiones de yoga que, pese a todo, se llevan a cabo puntualmente.
“Al principio, la guerra abrumó a las personas y aquí es en donde encontraron paz en sus corazones y almas; tranquilidad y simplemente un terreno sólido bajo sus pies”, dijo Zaloznyi.
Una de las asistentes es Viktoria Omelchenko, de 47 años, que en un principio se fue de Kramatorsk, pero regresó pocos meses después.
“El yoga me trajo equilibrio emocional. Las clases de yoga gradualmente me calmaron, me equilibraron, me enseñaron a no tener miedo, a sentirme en armonía y equilibrio”, dijo. “Por eso estas clases son realmente importantes, sobre todo en nuestra ciudad. Cuando está inquieta, ayudan mucho”.
Cuando la guerra empezó, Zaloznyi daba las clases en línea porque la mayoría de las personas que asistían al yoga habían huido a regiones más seguras. Después, la gente comenzó a regresar y reanudó las sesiones presenciales hace unos meses.