Lunes 25 de Mayo de 2020
Cuando el 2 de abril, refiriéndose a sí mismo y a su gobierno, Andrés Manuel López Obrador afirmó que la pandemia del coronavirus “nos vino como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación…”, muchos pensamos que estaba bromeando, que se trataba de una más de las puntadas a las que nos tiene acostumbrados para minimizar la gravedad de lo que estaba por venir e, incluso, hicimos de su dicho la causa de todas suerte denostaciones, bromas y memes en contra de su persona.
Hoy, a la vista lo ocurrido de entonces a la fecha, debemos comenzar a creer que, más que otra de sus clásicas gracejadas mañaneras, lo que el tabasqueño hizo fue advertir que, merced a la irrupción del covid-19, la sociedad mexicana sería presa de algo muy parecido a una “pandemia del miedo”, la cual le llevaría a ceder voluntariamente al gobierno parte de sus derechos para que fuera éste quien resolviera la crisis, sin darse cuenta de que, con ello, en los hechos, caía en algo muy parecido a un “Estado de excepción”.
Un “Estado de excepción”, valdría decir, donde él y su gobierno estarían (están) en posibilidad de asumir acciones y definir el rumbo del país al margen de las instituciones democráticas e, incluso, de la propia ley si con ello estimaban que iban a superar la problemática existente o, claro, avanzar en la transformación de la realidad política o, en sus palabras, en el proyecto de la 4T, mientras la sociedad en general, y las oposiciones políticas en particular, se guardan en sus hogares o en sus particulares trincheras.
Tal cesión o cancelación (temporal) de derechos y garantías ocurre ya ahora y el gobierno actúa en consecuencia, como de hecho sucedió cuando, por decreto, “normalizó” la participación del Ejército y la Marina en tareas de seguridad pública reservadas a los cuerpos policiales; cuando, sin éxito, intentó “secuestrar” facultades en materia de presupuesto del Congreso para manejar a discreción recursos disponibles, al intentar eliminar medio centenar de fideicomisos con la explícita intención de hacerse con sus recursos o, más recientemente, ahora que vía el Centro Nacional de Control de Energía intenta cancelar contratos e inversiones multimillonarias para generar energías limpias (renovables), con el único y exclusivo propósito de ¿nacionalizar? la industria eléctrica, sin importar el altísimo costo a pagar por ello y el grave daño que al medio ambiente y a la sociedad se le causa.
Ahora pues, mientras la sociedad profundiza y se estanca en su miedo, el gobierno aprovecha el “Estado de excepción”, de hecho, para avanzar en la deconstrucción del Estado existente, para dar forma a una nueva realidad donde las instituciones —“las mismas que en otro momento mandó al diablo”— pasarán a un controlado segundo plano, o dejarán de existir, y en el que la voluntad del gobernante de turno será, como es ya hoy, inapelable.
ASTERISCOS
* Al cumplirse 27 años del crimen (de Estado) que privó de la vida al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, en Guadalajara, no son pocas las voces hoy, dentro de la jerarquía católica y su equipo legal, liderado por Fernando Guzmán y José Antonio Ortega, que exigen reabrir la investigación del caso, aunque estiman que hoy existen mínimas posibilidades para ello…
Veámonos el miércoles, con otro asunto De naturaleza política.